Domingo 2 de mayo de 1982
Luego de tener que posponer dos veces su zarpada por problemas técnicos, el día 16 de abril el Crucero ARA “General Belgrano” partió de la Base Naval de Puerto Belgrano a las órdenes de su Comandante, el Capitán de Navío Héctor Bonzo. Su dotación estaba conformada por oficiales, suboficiales, cabos, marineros, conscriptos y dos civiles, encargados de la cantina del buque, voluntarios para integrar la misión. Normalmente, en tiempos de paz, la tripulación del buque rondaba los 750-770 hombres, pero en este caso se llegó a 1093 tripulantes. Toda la dotación, organizada en tres trozos, cumplía Guardia de Crucero de Guerra consistente en turnos rotativos de guardia de cuatro horas cada 8 horas de descanso. De este modo, cada tripulante cumpliría 8 horas de guardia por día, mientras no se entablara un combate, en el que toda la tripulación debía cubrir sus puestos. Esta modalidad mantenía al buque en permanente en estado operativo y con posibilidad de inmediata respuesta en todos los sistemas y servicios.
La misión original que se le asignó al buque fue:
- Navegar hacia el Teatro de Operaciones (zona de conflicto) en derrota costera, estacionarse en la Isla de los Estados y tratar de no revelar la intención de sus maniobras
- Cumplir tareas relacionadas con la vigilancia de los accesos Sur al Teatro de Operaciones (TOAS), interceptar unidades del enemigo de acuerdo con órdenes que se le impartirían y disuadir en el marco regional posible movimientos de buques chilenos en la zona.
- Evitar el contacto táctico con unidades del enemigo que portaran misiles.
- En caso necesario, y de acuerdo con la situación, proceder al reabastecimiento en Ushuaia
Después de permanecer unos días patrullando en la zona de Isla de los Estados, el 22 de abril a las 18:30, el Belgrano tomó el puerto de Ushuaia, para reabastecerse y cambiar un lote de munición.
Este puerto se convirtió así en el último puerto donde estuvo el Crucero, del que zarpó en la mañana del 24 de abril hacia su zona de estacionamiento en espera de órdenes. Cuatro días más tarde, el día 28, se reunió al norte de Isla de los Estados con los Destructores ARA“Piedrabuena”, ARA“Bouchard” y el petrolero de YPF Puerto Rosales, conformando así el Grupo de Tareas 79.3 (GT 79.3). Los escoltas tenían la función de protegerlo formando una pequeña cortina antisubmarina ya que el Crucero no tenía sonar ni armas antisubmarinas. Además, complementaban la propia defensa contra unidades de superficie y aéreas. El Grupo de Tareas inicialmente debía mantenerse en la zona, entre los meridianos de Isla de los Estados y el Banco Burdwood. En la segunda fase se le asignaría la misión de interceptar unidades enemigas y/o neutralizarlas, actuando en coordinación con otros grupos de tareas.
El día 29 de abril entre las 9:00 y las 16:00 completó de manera satisfactoria el reabastecimiento de 125 toneladas de combustible entregadas en navegación por el petrolero Puerto Rosales.
La tarde del sábado 1 de mayo minutos después de las 20:00 el Crucero recibió nuevas órdenes. Eran urgentes y de claro carácter ofensivo. El GT 79.3 se convertiría en uno de los brazos de una maniobra de pinzas que se desplegaría sobre la Task Force desde el sur, mientras que el GT 79.1, conformado por el portaaviones ARA “25 de Mayo” y sus escoltas sería el otro brazo de la maniobra, por el norte de Malvinas.
El GT 79.3 se ubicaría hacia al este y tendría como misión desgastar al enemigo utilizando los misiles MM-38 Exocet de los dos Destructores, ocho en total. En el caso del Crucero, su función sería la de rematar con sus cañones a los buques británicos dañados, ya que sus cinco torres triples de 6 pulgadas lo convertían en una seria amenaza, tanto por el poder destructivo de su calibre como por su alcance superior a las 10 millas. Para entonces, las alternativas evaluadas por el Comandante Bonzo y su Plana Mayor incluían la entrada a la denominada Zona de Exclusión Total (ZET), tomar contacto táctico con los buques británicos, rechazar los posibles ataques aéreos y afrontar el riesgo cierto de ataques de submarinos nucleares.
Las órdenes impartidas a los buques del GT 79.3 indicaban la intención a partir de las 05:30 del día 2 de un movimiento en acercamiento a la Task Force navegando ya dentro de la ZET. Pero esta previsión no se cumpliría. Una situación meteorológica inusual en el Atlántico Sur signaría el futuro de estas acciones por la escasez de viento en superficie, imprescindible para las operaciones aéreas desde portaaviones. Debido a la imposibilidad del Portaaviones ARA “25 de Mayo” de lanzar su aviación de ataque con el peso de despegue necesario para alcanzar al núcleo de la Fuerza británica a la distancia que se encontraba, el ataque tuvo que ser postergado en espera de condiciones meteorológicas favorables. Finalmente, esas condiciones no se dieron, y así como los aviones de exploración del “25 de Mayo” localizaron al Portaaviones HMS Hermes, un Harrier explorador de ese buque detectó al GT 79.1 argentino. El Comandante británico, cuya prioridad era concretar el desembarco, rehuyó el encuentro aeronaval y se alejó hacia el sudeste, aumentando la distancia entre ambas flotas. En la madrugada del 2 de mayo la exploración argentina ya pudo localizar al enemigo y aunque lo hiciera la meteorología impedía el catapultaje de los A4Q Skyhawk en configuración de bombarderos a máxima distancia.
El informe recibido por el GT 79.3 a la 1:00 del día 2, dio a entender una posible cancelación de la operación, ya que la flota británica había cesado los ataques aéreos contra Puerto Argentino y Pradera del Ganso, lo cual indicaba que no se encontraba aferrado a un desembarco, y que además sus naves principales se alejaban de la Malvinas.
La cancelación definitiva del ataque llegó a las 05:00, sorprendiendo al GT 79.3 mientras estaba en pleno movimiento. Se recibió entonces un mensaje del comando superior donde se ordenaba un cambio de las operaciones planificadas. Ahora debía mantenerse en un área al sur de Malvinas fuera de la ZET en espera de la evolución de la situación. Para su cumplimiento a las 15:20 el Belgrano y sus escoltas pusieron rumbo 290º, ubicándose a 100 millas de la Isla de los Estados y a 35 fuera de la ZET.
El submarino nuclear HMS Conqueror, comandado por Chris Wreford-Brown zarpó desde su base de Faslane, ubicada al suroeste de Escocia, y además de su tripulación, llevaba un grupo de comando de unos 12 hombres denominado SBS (Special Boat Squadron) que actuarían en la recuperación de Georgias entre el 23 y el 25 de abril. Portaba además 32 torpedos MK24 y MK8 más antiguos pero suficientemente probados y con una carga de torpex de 340 kg.
Estaba bajo las órdenes, no del Comandante de la Fuerza de Tareas en el Atlántico Sur, sino directamente del Comando Estratégico de Submarinos en Northwood, próximo a Londres.
Las principales características del HMS Conqueror eran: Velocidad de hasta 28 nudos sumergido; Movimientos discretos y silenciosos; propulsado por un reactor nuclear Rolls-Royce; independencia operativa; autonomía de 4500 millas a 18 nudos y excelentes sensores y sistema de armas. Todas estas características otorgaban a esta unidad y sus similares, una operatividad y poder ofensivo de máximo nivel.
El 28 de abril se le ordenó navegar hacia el Oeste para que localizase naves enemigas, pues se le proveyó información sobre la presencia de unidades argentinas al norte de Isla de los Estados.
Después de recorrer 700 millas en dos días, arribó a su estación. En la misma noche del 30 de abril, ya en tareas de patrullaje, obtuvo el contacto, gracias al sonar de largo alcance, con un grupo de buques lejos de rutas comerciales y navegando juntos. De inmediato, el comandante Wreford-Brown ordenó acercarse hasta obtener un alcance visual y llegar a profundidad de periscopio. El mar estaba relativamente calmo y se tenía buena visibilidad. El sonar de largo alcance había superado aún las expectativas de los más optimistas en la tripulación. Se ordenó descender, aumentar la velocidad y continuar con el mismo rumbo. Una hora más tarde descubrió a los buques argentinos. Fue entonces que en la mañana del 1 de mayo, tuvo en su periscopio al Grupo de Tareas 79.3 en pleno reabastecimiento de combustible. El buque se encontraba a unas 200 millas de las Islas Malvinas. Todavía el Conqueror no había recibido la orden para atacar. Por lo tanto, se dedicaron a seguir de cerca a las naves argentinas, persecución que se prolongaría por 30 horas y unas 400 millas.
Pocos minutos antes de las 16:00 el HMS Conqueror recibió directamente de Londres la orden de hundir al ARA General Belgrano. Luego de confirmarla en dos oportunidades el Comandante Brown inició su maniobra de lanzamiento. A las 16:02, mientras los artilleros que se encontraban de guardia probaban algunos mecanismos y la Torreta II buscaba posibles blancos en el horizonte, el buque se sacudió violentamente fruto de una poderosa explosión, seguida del cese inmediato de energía e iluminación que paralizó a los 1093 tripulantes. Este fue el primero de los tres torpedos MK-8 lanzados por el Conqueror desde una distancia de 5 km aproximadamente (aunque solo los 2 primeros dieron en el blanco, el tercero golpeó en el casco del Bouchard sin estallar). El capitán del submarino declaró después que la elección del arma usada fue dictada por la antigüedad del mismo crucero: un torpedo de la Segunda Guerra Mundial hundiría a un crucero del mismo período. El primer torpedo mató a 274 tripulantes.
Unos momentos más tarde una segunda explosión se produjo en la altura de proa de la nave. Este segundo impacto provocó el desprendimiento de 12 metros de la proa del barco. Inmediatamente comenzó la inclinación a babor, cesó la fuerza motriz y se apagaron las luces, la generación eléctrica de emergencia también quedó inutilizada. Hacia las 16:05, se dio la orden de zafarrancho de siniestro, pudiendo constatarse que únicamente las líneas con la Central de Control de Averías estaban totalmente disponibles. Esta se encontraba en la cubierta 05. Los puestos de combate de Control de Averías distribuidos en todo el buque estaban en una situación muy crítica, habían sido gravemente afectados por las explosiones y los daños causados eran demasiados y muy importantes como para controlarlos con los medios disponibles en ese momento. Se inició la apertura de las puertas estancas que daban a la cubierta principal para permitir agilizar la evacuación de las zonas inferiores, tarea extremadamente complicada debido a que la red de parlantes había quedado fuera de servicio.
En la cubierta principal se localizaba la Central de Comunicaciones, el responsable de la misma ordenó el procedimiento necesario para esas situaciones, incluyendo el embolsado de las claves secretas en bolsas lastradas. Estas bolsas fueron arrojadas luego al mar. El personal de la Central colaboró activamente en todo lo que fuese necesario.
Una cubierta más abajo se encontraba el cuarto de radio y, cercano al camarote del comandante, se encontraba el CIC (Centro de Información y Combate del buque). Los daños en esta sala fueron variados y provocaron algunas heridas al personal por caída de tuberías y parte de los tableros de información. Pese a la oscuridad y otros inconvenientes, todo el personal salió y logró llegar a la cubierta principal. Los compartimientos de máquinas C-1 y C-2 fueron afectados por el primer torpedo británico cuya explosión no dejó supervivientes en ese sector.
La sala C-1 tuvo un repentino corte de energía, pues los generadores principales 1 y 2 habían cesado ya de operar. El comedor de la tripulación, ubicado sobre el compartimiento C-2, fue el área más afectada y donde más efecto tuvo sobre la tripulación, debido al humo las linternas individuales no lograban alumbrar más allá de 30 centímetros.
Los tambores de combustible del helicóptero fueron arrojados al mar, para que no explotaran. La Central de Tiro pudo ser evacuada rápidamente gracias al inmediato funcionamiento de las linternas y a que el zafarrancho de siniestro se había dado justo en el momento en que los problemas comenzaron a agravarse. En las torretas 4 y 5 de popa, el humo que salía era muy denso, puesto que el torpedo había impactado en las proximidades de la cámara de proyectiles de la Torreta 4 y su correspondiente santabárbara. Las unidades de Control de Averías definieron al sector como área de destrucción total.
La enfermería se situaba en la tercera cubierta. Cuando las explosiones se produjeron, el encargado de guardia organizó el desalojo en medio de la oscuridad reinante. Poco después llegó el médico cirujano que comenzó a prestar ayuda a los heridos y quemados. Un enfermero comenzó a recibir personal que llegaba desde popa, bañados en petróleo y con quemaduras, proveyéndolos de sábanas y cubrecamas. El trabajo de primeros auxilios era intenso, además de los heridos y quemados, se debió atender a los hombres con principios de asfixia debido al humo. El personal de sanidad corría por las cubiertas bajas, revisando los camarotes para que no hubiera personal malherido que pudiera quedar abandonado. En el momento que concluyeron en que no había internados en la enfermería y que los camarotes estaban vacíos, se procedió a recoger mantas y se dirigieron hacia la cubierta.
Durante esos minutos, el personal comenzó a dirigirse a las estaciones de abandono asignadas. El buque tenía 72 balsas salvavidas, de las cuales 62 eran las necesarias y el resto eran de reserva. Las órdenes llegaban a través de simples megáfonos de mano y se retransmitían gritando lo más alto posible. Abundaban los heridos, quienes llegaban cargados a hombro por sus compañeros. El jefe de sanidad, una vez supervisada la evacuación de los internados en la enfermería, se dirigió también a la cubierta y junto a otro oficial de sanidad, aplicó morfina a los casos más graves.
Hacia las 16:10 la inclinación (escora) aumentó 1° por minuto, por lo que el barco ya tenía 10° a babor. El casco comenzó a hundirse con mayor incidencia de popa, debido a la gran entrada de agua al hangar y a la sala de máquinas. Como prevención, se comenzaron a arrojar las balsas al agua, que se abrieron automáticamente al caer y quedaron flotando al costado sujetas por las amarras. Pocos minutos más tarde se estabilizó la inclinación y creó la esperanza de que el buque se mantendría más tiempo a flote. Por la rapidez de los sucesos, algunos tripulantes llegaron a cubierta muy desabrigados y se les comenzó a auxiliar con lo que se tuvo a mano, se improvisaron una especie de ponchos a partir de las mantas de lana de las camas. Varios intentaron el descenso a las cubiertas inferiores para ayudar a sus compañeros, y algunos perdieron su vida en ese intento.
A las 16:23 el comandante Héctor Elías Bonzo dio la orden de abandonar la nave. Comenzó así la maniobra de abandono. La marejada que había dificultó la visión y la comunicación entre las balsas, por lo cual algunas quedaron sobrecargadas con 30 personas y otras subocupadas con no más de 3 personas. A las 16:50 la escora de 60° preanunciaba el hundimiento. Diez minutos más tarde el Crucero terminaría sumergiéndose en las frías aguas del Atlántico Sur, a aproximadamente 4200 m. de profundidad, en 55°24′ de latitud Sur y 61°32′ de longitud Oeste.