Barceló, Moya y Vizcarra: víctimas del accionar irracional de las bandas subversivas y sus cómplices encubiertos

por GB R Alejandro José Beverina

Hace poco más de 47 años tres jóvenes subtenientes, recién egresados, hacíamos nuestra presentación en el entonces dest. Expl. C m (141) C5 “General Güemes”, era el mes de febrero de 1975.

La Nación Argentina se debatía en un caos de desorden, actos de terrorismo, secuestros, atentados y asesinatos que indiscriminadamente afectaban a todo el cuerpo de la sociedad.

Las Fuerzas de Seguridad habían sido desbordadas y el gobierno democrático encontró, como única salida viable, ordenar la participación de las fuerzas armadas para lograr el aniquilamiento de la subversión que ponía en peligro la existencia misma de la Republica.

En la provincia de Tucumán la situación era de una gravedad inusitada, las bandas Subversivas dominaban prácticamente el territorio y el declararla zona liberada y producir el desmembramiento de la provincia era solo cuestión de tiempo.

Dentro de este sombrío panorama y conscientes de nuestra responsabilidad, conforme a nuestra vocación de servicio, en cumplimiento de una orden del gobierno constitucional y fieles a nuestro juramento de fidelidad a nuestra enseña Patria, oficiales, suboficiales y soldados conscriptos nos dispusimos a entablar una difícil lucha en la cual la posibilidad de perder la vida estaba permanentemente presente.

Llevábamos en nuestras mochilas no solo el peso de la difícil misión a cumplir sino también la responsabilidad de la conducción y preservación de los jóvenes soldados que revistaban a nuestras órdenes, quienes nos sorprendieron con su madurez, identificación y disposición para el sacrificio.

Conducir a estos jóvenes ha constituido el mayor orgullo de mi vida militar y hasta el día de hoy justifican mi existencia.

Es en el marco de ese momento político de la Nación y en cumplimiento del sagrado deber hacia nuestros conciudadanos que el 24 de octubre de 1975, en proximidades de la localidad

de Fronterita, provincia de Tucumán, encuentran la muerte el Subteniente Diego Barceló y los Soldados Conscriptos Moya y Vizcarra, victimas del accionar irracional de las bandas Subversivas y sus cómplices encubiertos, algunos de ellos dentro del poder político, traicionando la confianza de quienes los eligieron y socavando los débiles cimientos de la débil democracia a la cual debían servir y proteger.

Aquel día, Salta, como lo hiciera a lo largo de la historia, había aportado su cuota de valiosa sangre en defensa de la existencia de la Patria, sus instituciones y la libertad de sus ciudadanos.

La provincia gaucha defendía otra vez las fronteras del norte argentino, esta vez contra un enemigo interior que amenazaba su integridad.

Para muchos es difícil, 25 años después, comprender la magnitud de lo vivido y más aún cuando la verdad es tergiversada, muchas veces intencionalmente, corriendo el riesgo de que se repitan hechos del pasado que han dejado profundas heridas en la sociedad. El pasado no puede ser cambiado pero el futuro se puede construir venturoso para las nuevas generaciones si quienes tienen esa responsabilidad lo hacen con idoneidad y honestidad, dejando a un lado sus intereses y ambiciones personales dirigiendo sus esfuerzos a la reconciliación y el engrandecimiento de la Nación Argentina, bajo el control atento de cada uno de los ciudadanos como celosos fiscalizadores de sus temporales representantes.

En esta evocación, en el marco austero que debe caracterizar a los hombres que lucimos el uniforme del Ejército Argentino, sin rencores ni revanchismos, quitando de nuestras almas todo sentimiento impuro o egoísta, nos hemos convocado para rescatar la memoria de nuestros camaradas caídos en el cumplimiento del deber, convencidos que su muerte ha significado un gran dolor, pero que olvidarlos sería una injusta e imperdonable crueldad.

Envidiamos a Barceló, Moya y Vizcarra porque para ellos fue reservado el sitial de los Héroes, mientras para nosotros solo nos queda el fin de todo mortal. Compartimos el dolor de sus familias ante la ausencia física de sus seres queridos y les decimos gracias por haber entregado lo que más amaban y perdón por haber permitido que alguien pretendiera olvidarlos en nombre de una falsa reconciliación o perdón que la otra pate interpreto como una debilidad cuando en realidad era una cobardía.

“Quien salva la Nación no quiebra ninguna ley”, dijo Napoleón, héroe de Francia renovamos hoy como siempre, sustentado en nuestro concepto cristiano de la vida, el compromiso de servir a nuestra Patria hasta perder la vida, como ellos lo hicieran, guiados por su ejemplo y motivados por las nuevas generaciones que necesitan de modelos a seguir, entregando nuestro testimonios.

A quienes vayan llenando los vacíos que en nuestras filas, iremos dejando con el paso del Tiempo.

Que nadie confunda nuestro silencio con debilidad porque estamos prestos a concurrir donde la Nación requiera de nuestros servicios y nuestro sacrificio; renovando día a día el Juramento al cual atamos nuestra existencia, manteniendo viva la memoria de quienes nos precedieron.

Barceló, Moya, Vizcarra desde la inmensidad del cielo, junto a dios y en el sitial reservado para los hijos dilectos de la Patria, sepan, que al igual que ustedes “No nos rendimos, no nos arrepentimos ni pedimos perdón. Gloria a nuestros muertos.”

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